Wu Qian y su esposa pasaron una muy mala noche cuando fueron a comer a un restaurante en Kunming, provincia de Yunnan.
Al encontrar que el establecimiento no cumplía con exigencias mínimas de higiene, decidieron quejarse con el personal. Nunca imaginaron que, como respuesta, en lugar de la complacencia que todo comensal espera -ya que "el cliente siempre tiene la razón"-, recibirían una paliza.
Al día siguiente presentaron una demanda judicial contra el restaurante. Con tanta suerte que, meses después, un tribunal ordenó al comercio abonar más de 11 mil dólares en compensación por las agresiones.
Pero la sonrisa de satisfacción generada por la noticia se esfumó de sus rostros cuando ingresaron al establecimiento para recibir lo que les correspondía. Con el afán de vengarse, los dueños decidieron pagarles la totalidad de la suma ordenada por la Justicia en monedas.
Unas 100 mil en total, cuyo peso ascendía a 400 kilogramos.
A la enorme dificultad para trasladar las monedas, se agregaba para Qian la penosa tarea de encontrar un banco que aceptara cambiar por billetes esos 11 mil dólares.
Tras una intensa búsqueda, sólo uno se mostró dispuesto a hacerse cargo de la faena, para la cual reclutó a unequipo especial de 18 personas para contar las monedas.

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