"Las vacas son lo más fácil de pintar", dice Kieron Williamson, que acaba de cumplir 8 años. "Uno no tiene que preocuparse demasiado por los detalles".
Los caballos, dice, "son mucho más difíciles. Uno tiene que pintar las patas bien y hacer las patas traseras mucho más grandes que las delanteras".
Los 33 pasteles, acuarelas y óleos en su última exposición se vendieron en apenas media hora, por un total de 235.000 dólares.
Compradores de todas partes del globo hicieron cola desde la madrugada en las afueras de la galería, y hay una lista de espera de 3 mil personas por sus paisajes impresionistas de estuarios con botes, campos nevados y amplios cielos sobre marismas.
El niño tiene un
portal en internet y una tarjeta de presentación. Periodistas de todo el mundo buscan entrevistarlo, y la gente se le acerca para pedirle que
firme autógrafos de sus obras.
Si bien al niño toda la atención le parece "normal", sus padres están desconcertados, orgullosos y algo preocupados por el talento de su hijo y sus efectos.
"Ha sido abrumador", sostiene su madre, Michelle Williamson. Ella y su esposo viven en un pequeño apartamento, con el pequeño artista y su hermana de 6 años, Billie Jo.
"Ni Keith ni yo pintamos, así que es difícil entender lo que está sucediendo en su mente", dijo la mujer.
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